martes, 2 de abril de 2013

El exceso de contaminación de los coches se controla con radar


El dióxido de azufre (SO2) es uno de los contaminantes más habituales en las ciudades. Emitido por los automóviles, las calefacciones y por la industria metalúrgica, energética, alimentaria o de papel, la elevada concentración de este gas no solo provoca irritación en el sistema respiratorio de los habitantes. Al ser liberado, se transforma en trióxido de azufre (SO3) que, en contacto con la humedad, conduce al ácido sulfúrico o H2SO4. Es decir, lluvia ácida.
Encontrar el método más fiable para la detección y monitorización del SO2 era el objetivo de un grupo de investigadores del Laboratorio de Sensores Teledetección e Imagen en el Infrarrojo (LIR) de la Universidad Carlos III de Madrid. El resultado de su trabajo fue una cámara capaz de detectar por infrarrojos el SO2 y otros contaminantes –entre ellos, monóxido de carbono, ozono o hidrocarburos– a cientos de metros. «Resulta interesante para identificar vehículos altamente contaminantes en circulación, escapes en conducciones o emisiones en instalaciones industriales, como las chimeneas de las centrales térmicas», explica Miguel Ángel Rodríguez, científico del LIR.
El invento ofrecía también grandes posibilidades comerciales. Los detectores que existen actualmente en el mercado consisten en un aparato con sensores electroquímicos, programados para registrar –cada uno o varios minutos– la concentración de estos gases a su alrededor. Frente a esto, los investigadores del LIR habían dado con un método que lograba el mismo resultado, pero a distancia y en tiempo real.
Los plazos han sido breves. A principios de febrero patentaron el método y días más tarde crearon una ‘spin-off’, Sensia Solutions, en el Vivero de Empresas de la UC3M para fabricar y vender la cámara infrarroja. Al frente de la empresa está Fernando Cortés, uno de los inventores, perteneciente al Departamento de Física de esta universidad madrileña. «Puede ser instalada y fácilmente manejada por un operario en cualquier tipo de fábrica e industria», dice Cortés, «o formar parte de un sistema de monitorización permanente que genere alarmas automáticas cuando se detecte una fuga de un gas como el SO2».
40.000 millones al año
El investigador remite a un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente, que cifra en 40.000 millones de euros el coste anual de la contaminación atmosférica en España. El control de este gas es, para la agencia europea, un asunto muy serio. En su último informe, de 2012, alertaba de que «las emisiones de óxidos de azufre responsables de la lluvia ácida no se hayan reducido más que un 14 % desde 1990».
Cortés cree que el sistema de detección desarrollado, «cuyo coste no sería superior al de una cámara infrarroja clásica», permitiría a empresas y autoridades ambientales o sanitarias «ejercer un control temprano y eficiente sobre las fuentes emisoras».
Otra de las bazas que juegan estos científicos para comercializar su invento es el control de emisiones en los automóviles. Un asunto que también ocupa buena parte de la agenda medioambiental europea. Algunos estudios señalan que los vehículos más antiguos y los más pesados son responsables de la mayor parte de las emisiones, pero, ¿es posible señalar con claridad a los culpables?
Miguel Ángel Rodríguez explica que la cámara podría funcionar casi como un radar de la DGT, detectando excesos de emisiones en lugar de velocidad. «La versatilidad del método que proponemos permite la medida de la pluma de gases de los vehículos al paso en cualquier tipo de vía, a distancia e instantáneamente», comenta Rodríguez. Además, «dada su alta sensibilidad, resulta posible detectar niveles muy bajos de emisión, lo que posibilita su adaptación a los nuevos límites legales que pudieran definirse en el futuro para los nuevos modelos de automóviles».
Estos investigadores están analizando las posibilidades de detección del infrarrojo a territorios como laprevención y la lucha contra incendios, con cámaras capaces de detectar rescoldos o ubicar el frente de las llamas.

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